Era el Clase S más largo y potente de la historia, y ofrecía una aceleración en línea recta que podía igualar a la de un superdeportivo.
El Mercedes-Benz S-Class L 2017 fue una pieza de ingeniería y arquitectura por igual. Era ese tipo de limusina que quedaba genial en cualquier resort de lujo, frente a la Ópera o el estacionamiento de una finca multimillonaria. El AMG S 65L, por otro lado, fue hecho para aquellos que pedían más.

Por lo general, un automóvil de lujo no tenía un estilo tan agresivo en la parte delantera. Pero el S65 L no era un vehículo cualquiera. Revelaba sus músculos a través del diseño de malla plateada que cubría las rejillas del delantal. Desde sus costados, el S65 presentaba exclusivas llantas de aleación ligera de 16 radios y 20”. Las puertas traseras más largas permitían una entrada y salida más fácil del automóvil para los pasajeros traseros. Tal vez tenían que salir del veloz Merc’.

Dentro de la cabina, en la parte delantera, el lujoso vehículo presentaba el mismo tablero que el resto de la gama pero con ventilaciones específicas de AMG y molduras de madera de fresno. Los clientes podrían haber elegido una decoración de fibra de carbono si quisieran, pero eso no encajaba en el contexto. Solo había dos asientos separados por una consola central en la parte trasera, que emergía de la situada entre los asientos delanteros.

Debajo del capó, el enorme motor V-12 con doble turbocompresor tuvo que ajustarse a 1000 Nm (737 lb-ft) de torque para no arruinar la transmisión. AMG no instaló la caja de cambios 9G-Tronic más nueva para el S65 porque no podía hacer frente a tanta presión y eligió la 7G-Tronic en su lugar. La potencia iba solo a las ruedas traseras, por lo que el automóvil incluso podía derrapar. AMG programó el ESP para que el conductor pudiera hacer eso si el dueño de los asientos traseros así lo deseaba.