La sexta generación del Lancer Evolution fue más un salto que un paso por delante de su predecesor.
Una nueva transmisión marcó una gran diferencia.
El Campeonato Mundial de Rally estaba en su apogeo a finales de los 90. Siete equipos oficiales de fábrica sumaron puntos para la tabla final. Mitsubishi presentó el nuevo auto y terminó en cuarto lugar. Pero estuvo seis veces en el podio y tuvo una victoria en la carrera inaugural, en Montecarlo. El nuevo Lancer Evolution WRC se basó en el modelo EVO VI. Era rudo, difícil de controlar y con nuevas tecnologías que eran difíciles de entender para los conductores.
Desde el exterior, el capó de aspecto escandaloso con extractores de aire, el faldón enorme y plano para el intercooler y los faros de corte recto les dan a los demás una pista sobre lo que hay debajo del auto. El gran alerón ajustable en la parte trasera era completamente funcional y agregaba carga aerodinámica a altas velocidades.
En el interior, el modelo base era básico. Los asientos más baratos, sin aire acondicionado, sin radio, sin elevalunas eléctricos, y disponibles solo con ruedas de acero y blancas. Fue construido para equipos privados de rally de todo el mundo. Los niveles de equipamiento superiores ofrecían asientos deportivos tipo butaca Recaro y todo el confort de un automóvil rápido. El TME especial (Tommi Makinen Editon) presentaba un esquema de pintura especial que imitaba al auto de rally.
El Lancer Evo VI estaba equipado con un motor de 2.0 litros que ofrecía, oficialmente, 280 hp. Iba acoplado a una transmisión manual de 5 velocidades. El sistema de tracción total presentaba un diferencial de deslizamiento limitado en la parte trasera y un diferencial central inteligente. Esa fue la mayor diferencia en comparación con el Evo V. Y, por supuesto, nadie creía que un sedán de 280 hp pudiera hacer un 0-100 kph (0-62 mph) en 4.4 segundos.