Fue el primer BMW Z de la historia y compartió sus principales componentes con el exitoso BMW Serie 3 E30.
Era un roadster puro con una gran imaginación por parte de sus diseñadores.

A mediados de los 80, BMW empezó a pensar en un coche revolucionario. Algo que nunca nadie hizo. La idea era revivir la familia de roadster BMW, una categoría en la que el fabricante de automóviles alemán era famoso antes de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, solo había un convertible en su establo, la Serie 3. Luego, en 1988, se introdujo en el mercado el Z1.

No hubo un solo panel transferido de la Serie 3. El capó plano y bajo con faros estrechos estaba cubierto por una lente transparente. La magia venía de los costados donde llamaban la atención los guardabarros ensanchados, siempre y cuando las puertas estuvieran cerradas. El Z1 fue el único automóvil del mundo que tenía puertas que se abrían verticalmente en la carrocería. Se deslizaban hacia abajo para abrir y hacia arriba para cerrar. La cubierta trasera era plana y corta.

La cabina presentaba dos asientos de cubo en la parte delantera, separados por una consola central y el túnel de transmisión. En la consola central, el constructor colocó los controles para el sistema de audio y estéreo. El grupo de instrumentos era ligeramente diferente al que se encuentra en un BMW Serie 3, pero presentaba la misma disposición de los diales.

El BMW Z1 fue más un prototipo que llegó a la producción. Se ofreció en una sola configuración de motor y transmisión: un motor de 2.5 litros y seis cilindros en línea acoplado a una transmisión manual de 5 velocidades.